sábado, 31 de julio de 2010

El collar de la paloma, de Ibn Hazm

Abu Muhammad `Ali ibn Ahmad ibn Sa`id ibn Hazm, más conocido como Ibn Hazm, nacido en Córdoba, el 7 de noviembre de 994 y fallecido en Montíjar (Huelva) el 15 de agosto de 1064, fue un filósofo, teólogo, historiador, narrador y poeta hispanoárabe. Su obra literaria se cifra en unos 400 volúmenes, con un total aproximado de 80.000 folios manuscritos. 

Una de sus obras más importantes se titula El collar de la paloma. 






En El collar de la paloma, se reflexiona sobre la esencia del amor, intentando descubrir lo que tiene de común e inmutable a través de los siglos y las civilizaciones de influencia neoplatónica.

Estos son unos fragmentos de El collar de la paloma.


Cuando se trata de ella, me agrada la plática,
y exhala para mí un exquisito olor de ámbar.
Si habla ella, no atiendo a los que están a mi lado
y escucho sólo sus palabras placientes y graciosas.
Aunque estuviese con el Príncipe de los Creyentes,
no me desviaría de mi amada en atención a él.
Si me veo forzado a irme de su lado,
no paro de mirar atrás y camino como una bestia herida;
pero, aunque mi cuerpo se distancie, mis ojos quedan fijos en ella,
como los del náufrago que, desde las olas, contemplan la orilla.
Si pienso que estoy lejos de ella, siento que me ahogo
como el que bosteza entre la polvareda y la solana.
Si tú me dices que es posible subir al cielo,
digo que sí y que sé dónde está la escalera.



Las nubes han tomado lecciones de mis ojos
y todo lo anegan en lluvia pertinaz,
que esta noche, por tu culpa, llora conmigo
y viene a distraerme en mi insomnio.
Si las tinieblas no hubiesen de acabar
hasta que se cerraran mis párpados en el sueño,
no habría manera de llegar a ver el día,
y el desvelo aumentaría por instantes.
Los luceros, cuyo fulgor ocultan las nubes
a la mirada de los ojos humanos,
son como ese amor tuyo que encubro, delicia mía,
y que tampoco es visible más que en hipótesis.


Indicio del pesar son el fuego que abrasa el corazón
y las lágrimas que se derraman y corren por las mejillas.
Aunque el amante cele el secreto de su pecho,
las lágrimas de sus ojos lo publican y lo declaran.
Cuando los párpados dejan fluir sus fuentes,
es que en el corazón hay un doloroso tormento de amor.